El Malecón ha sido, desde su nacimiento hace muchas décadas, un lugar entrañable para los habaneros y habaneras, así como para los millones depersonas que, procedentes de otras geografías, han interactuado con él da igual si durante años o por unas pocas horas.
Santuario para quienes buscan la calma, la evocación o el lugar para reflexionar y tomar importantes decisiones; paseo ideal para las familias o para niños y niñas que, entrando en la adolescencia, suelen recorrerlo como una aventura entre amigos y amigas; testigo callado de romances entre amantes de todas las edades, preferencias sexuales, etnias, nacionalidades; escenario ideal para quienes se entretienen, caña o línea de náilon, anzuelo y carnada mediantes, con la esperanza de arrancarle al mar algunos peces para reforzar la mesa propia o venderlos; escenario de encuentros nocturnos de la más variopinta población imaginable, con alegría sana o cualquiera de las modalidades no sanas ni lícitas que contribuyan a desinhibirse y estimular “la vida loca”; territorio “custodiado” por agentes uniformados en busca de violadores reales o imaginados de la ley; triste testigo también, en ciertos momentos de la historia reciente, de la partida de miles de cubanas y cubanos en frágiles balsas y artefactos, en la más incierta y arriesgada de las odiseas en busca de la esperanza y la mejoría, soñadas en las costas distantes a noventa millas; en fin, el Malecón habanero, único e incomparable.
Esa franja costera, tan cargada de historias y vivencias, nos llega en imágenes bellas que nos invitan al disfrute, pero también a la reflexión, según la mirada indagadora y fresca de Sergio Frank Cristóbal Calaña, joven artista del lente que siente que tiene cosas que mostrarnos, aunque otros lo hayan hecho en millones de fotos, pero con su propio estilo y en su peculiar manera de sondear, explorar y exponer los lugares de su ciudad natal y la vida, alegrías y dramas de sus gentes.
Con toda su energía, inquietud y mucho gozo, Sergio Frank nos invita a asomarnos por unos pocos minutos y observar todo lo que se revela ante su mirada, Detrás del Muro. Sería un crimen no acompañarlo.
Bello homenaje a un lugar y un momento emblemático de La Habana. Fotografiado magistralmente con noción de documento para la historia pero a la vez testigo artístico hacia la posteridad. Con el manejo de una mirada profundamente conceptual, que es decir, que al mirarla no únicamente se aprecia su belleza inaudita, sino que inspira, subyuga e invita a reflexionar. Una serie única y singular que desplaya el talento elegante, a la vez que exquisito de Sergio Frank. Orgullo le da a uno, hablar lindo de la obra de un artista tan jóven y bueno. Ojalá y nos siga sorprendiendo con su emotivo arte.
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